La Agencia Espacial Europea (ESA) logró la reentrada asistida del satélite Aeolus, conocida como la misión del viento. La nave ingresó en la atmósfera terrestre por encima de la Antártida.
Así lo confirmó la ESA en un comunicado y en sus redes sociales: “Aeolus ha superado las expectativas científicas y su vida útil, siendo aclamada como una de las misiones de observación de la Tierra más exitosas de la agencia. Ahora su final también pasará a la historia, gracias al ingenio del equipo de control”.
El ingreso se produjo tras una serie de complejas maniobras llevadas a cabo a lo largo de esta semana, que redujeron la órbita de Aeolus hasta los 120 kilómetros (de la Tierra) para que reentrara en la atmósfera y se quemase. Fue el mando espacial estadounidense el que confirmó los datos de la reentrada, detalla la ESA.
Hoy en día las misiones europeas están diseñadas de acuerdo a una regulación que requiere que estas se quemen en la atmósfera. Hay, no obstante, un umbral de riesgo (de fragmentos llegando al suelo) por encima del cual las naves tienen que hacer un reingreso controlado desde Tierra.
Para poder reducir el riesgo y estar por debajo de ese umbral, se pueden usar componentes que se queman más en la reentrada, aunque siempre se contempla que algunos escombros puedan llegar al suelo.
Sin embargo, cuando se diseñó Aeolus, a finales de los 90, no existía ninguna normativa de este tipo, así que tras quedarse sin combustible y sin intervención, el satélite habría reentrado en la atmósfera terrestre de forma natural dentro de unas semanas, pero sin control sobre dónde ocurriría.
En una y otra opción el riesgo de que una de sus piezas causara algún daño era “increíblemente pequeño”, recalca la ESA.
Aún así, la agencia acordó intentar una nueva forma de facilitar su reentrada para hacerla aún más segura, con el objetivo de allanar el camino para el retorno seguro de satélites que nunca fueron diseñados para un reingreso controlado.
Y esto es lo conseguido. Los científicos e ingenieros de la misión, que esta semana la vigilaron desde el centro de control de Alemania en dos turnos de 12 horas, trabajaron para calcular la órbita óptima de reentrada en la Tierra para reducir todavía más un riesgo que ya era mínimo.
Aeolus, que estuvo casi cinco años recopilando datos, fue diseñada para orbitar a 320 kilómetros sobre la superficie terrestre.
Desde el 19 de junio estaba cayendo naturalmente hasta una altitud de 280 kilómetros.
Las maniobras comenzaron el pasado 24 de julio, cuando la nave estaba a esos aproximadamente 280 kilómetros de la Tierra, y un conjunto de instrucciones a lo largo de la semana la descendió gradualmente hasta los 120 kilómetros. En cuestión de horas terminó ayer reentrando en la atmósfera terrestre.
El objetivo de estas maniobras, las primeras que la ESA realiza de este tipo, era situar a Aeolus para que, en caso de que no se quemara al completo, los fragmentos cayesen en una amplia zona remota del Atlántico, según lo programado por los expertos.
“Los equipos han logrado algo extraordinario. Estas maniobras eran complejas y Aeolus no estaba diseñada para realizarlas”, indica este sábado el director de Operaciones de la ESA, Rolf Densing.
“Su reentrada siempre iba a ser de muy bajo riesgo, pero queríamos ampliar los límites y reducir aún más el riesgo, demostrando nuestro compromiso con el enfoque de ‘cero basura’” (el objetivo de la ESA para 2030 es que todas sus misiones sean neutras en desechos).
Como dijo en rueda de prensa el pasado 20 de julio la española Isabel Rojo, directora de operaciones de vuelo de Aeolus, se trataba “de poner la guinda en el pastel”.
Lanzada el 22 de agosto de 2018, Aeolus, del tamaño de un coche grande sin los paneles solares, es la primera misión espacial en adquirir perfiles del viento de la Tierra a escala global.
Sus datos son utilizados por los principales servicios de pronósticos meteorológicos; dentro de una década se lanzará una misión denominada Aeolus-2.