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“No soportaba ver el espejo”: Anorexia, enfermedad que ataca a la mujer

Corría el año 2000, Lorena cumplía 19, estaba cansada de ser la gordita de su entorno, era objeto de burlas y apodos. Ningún niño la elegía a la hora de bailar y jamás había ropa de moda que le quedará.

Desde aquella época los estándares de belleza han vendido que el ser delgado es sinónimo de perfección y Lorena era una pequeña que amaba las golosinas y la comida grasosa.

La publicidad de cuerpos “perfectos” vive impregnada entre la sociedad, y provoca que una adolescente piense que entre menos kilos tienes, más popularidad alcanzas.

Lorena pesaba casi 90 kilos y su estatura no rebasa el metro 56 y entre más se empeñaba en bajar, más ansiedad sentía. Se acabó los nutriólogos, endocrinólogos y hasta psicólogos; nada funcionaba, recordó.

La obesidad y el bullying fueron las dos primeras piedras del camino de aquella adolescente; un camino lleno de curvas, de tramos oscuros y de mucho dolor que pudo despejar a base de esfuerzo, amor, coraje y una hija.

Una mañana decidida a cambiar sus hábitos, salió al supermercado y compró kilos de frutas y verduras y se impuso su propio régimen, sin imaginar que ese sería el principio de años de lucha contra ella misma.

Inició su propia dieta, ayudaba de horas de gimnasio, litros y litros y agua y lechuga a montones. El domingo era día de fiesta porque se daba el gusto de comerse solo dos tacos, relató a El Diario de Ciudad Victoria.

Con el ánimo de gustarle a los chicos cada vez bajó más y más las raciones de comida, lo que provocó la pérdida súbita de peso. En menos de seis meses la báscula marcó 51 kilos.

Por fin era talla 5, pero seguía inconforme con su cuerpo, “odiada el espejo, te juro que me hablaba, la realidad supera la ficción, y solo me entenderá quien lo ha vivido, pero los espejos se convierten en un enemigo”.

Dejó de asistir al gimnasio y se abocó en hacer dietas cada vez más severas, procuraba no consumir absolutamente nada grasa y leer las etiquetas de información nutricional se convirtió en una ley.

Invariablemente su despensa está compuesta por puros productos “light”, “quería seguir bajando de peso, ya no podía frenar, entonces yo empecé a andar con un chico que desesperado me decía que parará ya, pero mi mente me hablaba, es algo muy complejo, no se lo deseo a nadie”.

Lorena partía cada domingo de su ciudad natal, a un municipio cercano donde estudiaba su carrera universitaria. Lo primero que hacía al llegar a la central de autobuses era subirse a esas básculas que por 10 pesos te dicen tu talla, peso y estatura.

Al volver se repetía el proceso para saber cuánto había logrado bajar. Me di cuenta de que estaba en problemas cuando en la universidad me asignaron un proyecto de anorexia bulimia, al leer sobre el tema me percaté del llamado 5×5, detalló.

“¿Qué quiere decir esto? Que tendemos a querer bajar de cinco kilos en cinco kilos. Yo había notado que me pasaba eso, pero creí que era normal, minimice todo y continúe aferrada a alcanzar los 40 kilos, me faltaban siete”.

“Yo estaba toda la semana estudiando fuera de la ciudad, ahí era donde me ponía a unas dietas, que no eran ni dietas, prácticamente no comía nada, pero cuando llegaba a ver a mi familia pues lógicamente me daba de comer”.

“Fue ahí cuando empecé a vomitar, era increíble, porque el baño de mi casa no tenía chapa, entonces me daba mis mañas para que no se dieran cuenta, vomitaba en botes que después sacaba a la basura, la verdad es que nadie en casa le daba importancia a lo que me pasaba, excepto mi novio”.

Lorena aún no presentaba estragos de la enfermedad, hasta que un embarazo, destapó todo. Increíble, pero pasó, la ginecóloga quedó admirada, porque yo no tenía prácticamente ningún nutriente y estaba al borde del colapso, incluso era irregular por la misma situación.

A poco más de un año de su problema, la adolescente quedó embarazada de una niña. Ocho semanas de gestación y su peso no alcanzaba los 46 kilos; desnutrición, descompensación y muy poca fuerza.

“Si no comes, tu hija y tú se mueren”, recordó las palabras de la doctora quien también le dijo “¿sabes cuantas mujeres se sientan aquí llorando, pero porque no pueden tener hijos?, muchas, así es que esta niña debe ser tu salvación”.

“Cuando escucho eso, mi piel se erizó, no sé si fue Dios, yo creo que sí, porque en verdad, yo estaba muy mal. Mi esófago me ardía de tanto vomitar, ya no toleraba la comida, y la parte psicológica era la peor”.

Además de los daños en su cuerpo, el tema psicológico fue la peor parte, remarcó al platicar que se empezó a aislar de su grupo de amigos y prefería encerrarse en casa.

“No quería que nadie me viera, y siempre me la pasaba pellizcándome el estómago, lloraba mucho, me sentía muy sola, fea, y el espejo me seguía diciendo que estaba gorda, es algo insoportable”.

Tras la noticia de su embarazo, Lorena decidió ir a terapia, llevar una dieta balanceada y luchar con ella misma para darle fuerza a la bebé que crecía en que vientre.

A la anorexia no le gusta que la controlen, pero Lorena la mantiene a raya después de 18 años. Es algo que está latente, a ratos se asoma, la amenaza está ahí, pero no permite que la vuelva a vencer.

Continua en terapia con un psicólogo, algo que le recomienda hacer a todo el mundo, aunque sin olvidar que la amenaza está ahí, “debo reconocer que después de 18 años, en ocasiones me aterra la comida, pasa seguido, pero ya lo controlo”.

Estadísticas

El Gobierno Federal, detalló que, en México, cada año se registran cerca de 20 mil casos de anorexia y bulimia, siendo la población de entre 15 y 19 años de edad la más afectada.

La anorexia, es un trastorno de conducta alimentaria que causa que las personas pierdan más peso de lo que se considera saludable para su edad y estatura.

Según el boletín epidemiológico en 2022 se registraron 108 casos de anorexia, bulimia y otros trastornos alimenticios. En lo que va del 2023 hay registrados 98 casos. El problema afecta mayormente a las mujeres. De éstos 98 casos, 65 son mujeres y 33 hombres.

Estos padecimientos se caracterizan por temor a aumentar de peso y por una percepción distorsionada y delirante del propio cuerpo que hace que el enfermo se vea gordo, aun cuando su complexión se encuentra por debajo de lo recomendado.

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