Miles de personas se congregaron la tarde de este lunes en el Estadio Nacional de Santiago para homenajear en la tradicional “velatón” a las víctimas de la dictadura de Pinochet, instaurada hace justo 50 años, tras derrocar el Gobierno de Salvador Allende(1970-1973).
Vengo todos los años porque mi cuñado fue detenido en 1976 y mi hermana falleciódos años después de cáncer en el estómago a consecuencia de no resolver su muerte. Nunca he dejado de participar, solo en el año pandémico, y creo que es la primera vez que el Estadio está tan lleno de gente”, dice María Cecilia Traverso, de 66 años.
El Estadio Nacional, uno de los sitios de memoria más emblemáticos de la capital, fue el mayor centro de detención y tortura que existió en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). La gradería de la escotilla 8, en cuyos bancos de madera se sentaban los prisioneros políticos, es uno de los espacios más impactantes del lugar. En su muro se puede leer: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”. Esta tarde la fila para sentarse en estas banquetas se extendía hacia la zona exterior del recinto.
Esta es una fecha muy violenta y terrible, pero es necesario recordarla, no olvidar, sobre todo cuando no se ha logrado instalar un proceso real de justicia en este país”, lamenta a EFE Alejandro, de 54 años.
La justicia chilena ha juzgado varios de los principales responsables de los crímenes cometidos, pero en muchos casos las condenas han llegado casi 50 años después, como la sentencia definitiva del cantautor Víctor Jara, asesinado pocos días después del golpe y cuya condena final del Supremo se conoció a finales de agosto.
Una conmemoración “agridulce”
Bandas folclóricas, grupos de cueca y performances de todo tipo se exhiben al interior del recinto, al aire libre, junto con murales y carteles de todo tipo que recuerdan las más de 40.000 víctimas, entre ellas 3.200 asesinadas a manos del régimen, de las cuales más de 1.400 hechas desaparecer.
Mientras, las velas colocadas en el suelo rodean el estadio por el exterior, colocadas debajo de las fotos de los asesinados y hechos desaparecer por el régimen. En un rincón, y con un mural especial, reciben su homenaje las desaparecidas embarazadas, y al lado los niños, niñas y adolescentes, representados por camisas blancas tendidas en un hilo con sus nombres y edades bordados. “Nunca más” es uno de los mensajes más repetido.
Conmueve ver tanta gente y que no seamos tan pocos los que nos tomamos el día para recordar, pero es un poco agridulce todo porque, por otro lado, el ambiente político en Chile está muy polarizado”, comenta Andrea, una joven de 26 años que espera entrar a la escotilla número 8.
Chile llegó dividido a la conmemoración del golpe de Estado e inmerso en un ambiente de crispación especialmente marcado entre la élite política.
La derecha tradicional de la coalición Chile Vamos y la ultraderecha del Partido Republicano se ausentaron del acto oficial organizado por el Gobierno en La Moneda para conmemorar los 50 años de la rebelión castrense. Además, uno de los partidos de Chile Vamos –la Unión Demócrata Independiente– difundió un comunicado en el que aseguró que “el quiebre” institucional y social “el 11 de septiembre se transformó en algo inevitable”.
Entre septiembre y noviembre de 1973, por el Estadio Nacional pasaron cerca de 20.000 prisioneros. Luego el espacio se cerró como centro de detención para jugar las eliminatorias del Mundial de 1974 contra la URSS, que renunció a disputar el partido en un lugar manchado por la tortura y represión. Meses después la FIFA otorgó la victoria a Chile.
Declarado Monumento Histórico en 2003, el icónico Estadio Nacional ha acogido grandes hitos de la historia reciente del país: desde el partido que otorgó el tercer puesto a Chile en el mundial que organizó en 1962, hasta las votaciones de los plebiscitos constitucionales. A partir de octubre también se convertirá en uno de los epicentros de los Juegos Panamericanos, el evento multideportivo más importante celebrado en Chile.