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¡Alto al acoso! El Bullying no es un juego

Paola fue mi compañera de escuela cuando éramos niñas; estudiábamos en el único colegio religioso que había en el pueblo. Los seis años de primaria y tres de secundaria compartimos aula; algún tiempo fuimos buenas amigas, pero más tarde todo cambió.

Su físico siempre fue distinto al de una niña, su andar y vestir, también mostraban diferencia. La masculinidad de Paola era evidente, pero en aquel tiempo hablar de homosexualidad era casi imposible.

Y que aceptaran que tus preferencias sexuales no eran “normales” era tan complicado, como entender tus propios gustos. Ella no la pasaba nada bien, pero lo entendí 30 años después.

El acoso contra Paola se intensificó cuando entramos a la pubertad y en tanto su desarrollo continuaba, era cada vez más notorio la inclinación que tenía hacia personas de su mismo sexo.

Algunos compañeros del grupo hacían mofa por su apariencia, sobre todo cuando nos tocaba ir con ropa “de color”, los vestidos no eran su fuerte, pero en aquella época eran una obligación portarlos.

En tanto trataba de ignorar y adaptarse, las burlas de otros eran tan severas, que golpeaban su alma, el dolor se reflejaba en su rostro. Ella imploraba libertad, encerrada en ese pequeño mundo de apariencias y críticas, rodeada de chicos que pertenecían a “la sociedad”.

En ocasiones fui parte de quienes la molestaban, no he dejado de arrepentirme desde entonces. Su frustración llegó al límite cuando los señalamientos subieron de tono, e incluso le dedicaban aquella canción de Control Machete, que tocó por primera vez el lesbianismo, de manera vulgar e incomprensible.

Su voz era un poco ronca, sus pechos no se desarrollaron, era bajita, de tez blanca, delgada, muy delgada, sus facciones un poco rudas y desde que tengo uso de razón, la recuerdo con su coleta en la parte baja de la cabeza.

Jamás uso los accesorios de moda, esos que presumían las niñas de la edad, e incluso poco hablaba de chicos, aunque sí le conocí un par de novios a corta edad. Se aferrada a la amiga en turno, recuerdo dos que cursaban grados más altos: Astrid y Nancy, en serio les lloró.

La sexualidad de Paola despertó en medio de la adversidad y en un entorno que lejos de contribuir, laceró; lastimó en demasía y formó heridas que, quizá, nunca se borraron.

El acoso escolar que la jovencita sufrió llegó a su punto más álgido que incluso una de las religiosas tuvo que tocar el tema en grupo abierto.

Cierro los ojos y la vuelvo a mirar, con su cara enrojecida de tanto llorar, sus fuerzas se habían acabado, gritó “a mí no me gustan las mujeres” y salió corriendo del salón de clases. Estábamos en segundo grado de secundaria y ya la habíamos orillado a auto rechazarse.

Sus lágrimas eran cada más constantes, y así continuó hasta que terminamos la educación básica. En el viaje de estudios nadie quiso compartir habitación con ella; mucha crueldad. Su cansancio cada vez era más evidente, y su valor para enfrentar la vida, digno de admiración.

Cuando acabamos el curso le perdí la pista y no fue hasta años más tarde que coincidimos nuevamente en la universidad. Ambas queríamos ser diseñadoras gráficas.

Habíamos salidos del pueblo y llegamos al puerto jaibo, Tampico era una ciudad más grande y con mentes más abiertas. Entonces me encontré a una Paola empoderada, fuerte, recia, que demostraba sus gustos sin tapujos, sin vergüenza, como debía ser.

Por un tiempo me ataco directamente, traté de mantener la calma, porque siempre acepté que merecía enfrentar su coraje, su infancia y pubertad no fueron nada sencillas y yo lo sabía más que nadie.

Nunca pude decirle el gusto que daba verla de la mano de su chica, sin importarle el “qué dirán”. En esa universidad, todo era tan normal y las contracorrientes se defendían. Por fin había llegado a su sitio, a donde era feliz, ahí en el lugar donde ser “diferente”, no era objeto de burlas, ni de acoso.

El Bullying no es un juego. Eso nos debe quedar claro. Quizá Paola pensó quitarse la vida; quizá tantas noches no deseaba despertar y llegar al infierno que se había convertido la escuela.

¿Su familia?, nunca supe más allá, que era hija de padres divorciados, pero hoy me queda claro, que su mamá nunca supo o no le dio importancia a la situación. Y sus compañeros, los que debíamos arroparla, entenderla y amarla, solo marcamos su vida.

¿Dónde está Paola ahora? Tiene 40 años, y lo último que supe es que había heredado la plaza de su mamá, en una dependencia federal y regresó al pueblo. Una última vez la vi con su uniforme y sus ojos caídos y rasgados inconfundibles. Que sirva este texto para pedir que no haya más Paolas en el mundo donde la tolerancia y el respeto deberían ser prioridad.

Día Contra el Bullying

El primer jueves de noviembre de cada año se celebra el Día Internacional contra la Violencia y el Acoso Escolar, incluido el Ciberacoso que tiene la finalidad de acabar con este tipo de violencia, que afecta a la población infantil a nivel mundial y que provoca terribles secuelas psicológicas.

El acoso escolar o también conocido como bullying es un hostigamiento permanente de una o más personas hacia un estudiante, donde por lo general se producen agresiones verbales y físicas y sin haber una causa aparente para que ocurran semejantes hechos.

Lamentablemente, el maltrato escolar ha venido en aumento en los últimos años, y muchos niños y jóvenes son víctimas de estas situaciones y que sí no son detectadas a tiempo, pueden tener consecuencias muy lamentables, que inclusive pueden poner en riesgo sus vidas.

México país con más casos de bullying

Según un Estudio Oficial de la ONG Internacional “Bullying Sin Fronteras” para América, Europa, Asia, Oceanía y Africa, realizado entre enero 2022 y abril de 2023 los casos de Bullying en todo el planeta continúan en aumento. Seis de cada 10 niños sufren todos los días algún de tipo de acoso y ciberacoso. 

México ocupa el nada honroso primer lugar en el mundo con 270 mil casos documentados de bullying; 7 de cada 10 niños lo padecen.

La página oficial de “Bullying Sin Fronteras” reveló que el bullying o acoso escolar y el ciberbullying son causantes directos de más de 200 mil muertes, ya sea por homicidio o por inducción al suicidio cada año. Es decir, se lleva la vida de cientos de miles de niños y jóvenes en todas partes del mundo. 

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