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Trabajadoras sexuales: trágica vida de discriminación

Era apenas un pequeño de 10 años cuando lo llevaron a vivir con su hermano y su cuñada. Ahí, en la casa donde lo rechazaban por ser “amanerado”, al grado de obligarlo a sostener relaciones sexuales con sexoservidoras.

A los 12 años sin piedad, lo lanzaron a la calle, por esas ideas retrógradas, de creer que tener preferencias sexuales diferentes es algo contagioso e indigno. ¿Su único “pecado” fue nacer?, él no pidió venir a este mundo lleno de desigualdad y miseria humana.

Solo, en una ciudad llena de inseguridad y peligro, se sentó en una banca a tratar de pensar. Pero, ¿qué podría entender un pequeño de 12 años, quién en teoría debería sólo preocuparse por estudiar, mientras recibe ropa, techo y alimento?.

Sin embargo, para algunos el destino no falla a favor y la vida los pone en situaciones tan dolosas que dejan marcas profundas e imborrables; a ratos el llanto cesa, pero la tristeza se convierte en el día a día. Y por increíble que parezca, son seres que jamás pierden la fe y que avanzan agarrados de la mano de Dios.

Mientras deambulaba por la ciudad, se encontró a una persona que le ofreció ayuda, el pequeño no se imaginó que en ese momento empezaría el peor de los capítulos.

Ese primer captor, lo llevó a un bar a ofrecer servicios de compañía, y sin su consentimiento lo comenzaron a hormonizar para que desarrollará su lado femenino. Él seguía sin entender lo que pasaba a su alrededor, pero el hambre golpeaba más que el miedo, así es que tenía que aguantar, aguantar y aguantar.

Hoy en la tranquilidad de su hogar, a los 59 años, Vilma rompe en llanto al recordar su trágica vida de persecución, esclavitud, violación, discriminación, sobajaciones, dolor, tristeza, terror, pero a la vez fortaleza y lucha en medio de un escenario donde todo era adverso.

Desde los 12 años la obligaron a convertirse en trabajadora sexual y con ello enfrentó el peligro muchas veces, y retó a la muerte otras tantas más. De ciudad en ciudad, vivió a salto de mata, cambiando de captor en diversas ocasiones.

A veces se preguntaba ¿por qué?, y al no encontrar respuesta, continuaba buscándole color a esa vida llena de obscuridad. Cuatro décadas de vender su cuerpo, de entrar a habitaciones de hotel, sin saber, si esa hora sería la última de su vida, y es que había clientes muy violentos.

Cuatro de décadas de soportar actos inimaginables, inhumanos, despreciables, vergonzosos. 40 años donde las sonrisas eran escasas y las manos amigas, casi nulas.

Vilma relató que de los que más se cuidaba fue de los policías, que la acechaban para violarla, principalmente los soldados. Ella estaba cansada de su vida, pero su fe siempre fue inquebrantable.

La vida de una trabajadora sexual es riesgosa, dolorosa, y muchas veces poco redituable. No tienen prestaciones laborales, ni certeza para el retiro, no son sujetas a préstamos, ni créditos para casa, son extorsionadas y violentadas.

Las trabajadoras sexuales están fuera de la agenda pública e incluso de los movimientos feministas. Simplemente no existen. Pasan desapercibidas entre la sociedad. Son seres lacerados en silencio, a quienes se le debe justicia social e inclusión.

La historia de Vilma es una de las miles que poco se cuentan, que nunca se escuchan. En el marco del día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales, activistas exigieron políticas públicas que apoyen a las trabajadora sexual.

La Presidenta de la organización “Tamaulipas Diversidad Vida Trans”, Ana Karen López Quintana y el Dirigente de la Asociación, “Tendremos Alas”, Celso Pérez Ruíz, son luchadores sociales que durante años han trabajado por el reconocimiento del trabajo sexual.

Ambos coinciden en que urgen leyes que den certeza a este rubro poblacional. Además pidieron un alto a la violencia que se comete en contra de mujeres y chicas trans que se dedican al sexo servicio.

En entrevista, Ana Karen López Quintana, señaló que el 80 por ciento de las chicas trans, se dedican o dedicaron a este oficio y que en últimos años, se registra un incremento importe en el número de trabajadoras sexuales.

“Son violentadas en muchas contextos, porque empezando el trabajo sexual no está reconocido como un trabajo, y tienes que pagar una prueba de VIH cada seis meses, además tienes que pagar los medicamento que necesitan. Es una violencia que se vive de muchísimos años”.

Por su parte Celso Pérez, destacó que el panorama nacional para las trabajadoras sexuales es cada vez más complejo. El reconocimiento de esta labor, es una deuda histórica que se agudiza hoy más que nunca, señaló.

“El tema no se está tocando, que bueno que está entrevista tiene el objetivo de visibilizar que existe un día internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres que ejercen el trabajo sexual”.

“Tenemos movimientos feministas que no contemplan dentro de sus agendas, la lucha por derechos de esta población, ha quedado este tema en el olvido”.

Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales

Desde el año 2003, el 17 de diciembre se celebra el Día Internacional para poner fin a la violencia contra las trabajadoras sexuales, una efeméride que nació por los crímenes violentos que ocurrieron en la ciudad de Seattle entre los años ochenta y noventa, y que fueron perpetrados por el “El Asesino de Green River”.

Durante su purificación de las calles, este hombre mató a más 49 prostitutas y cuando se le detuvo, dijo con la mayor franqueza que su meta era “matar al mayor número posible, con la finalidad de limpiar las calles”.

Desde entonces se ha tomado el 17 de diciembre como un día de homenaje para las víctimas, pero con el tiempo ha cambiado su razón de ser con el propósito de darles voz a todas las trabajadoras sexuales que sufren todo tipo de maltratos y abusos, ejerciendo su trabajo.

En realidad, este día no se trata de debatir posturas, sino de luchar por la igualdad ante la ley. El derecho que todo ser humano tiene de vivir bien, de sentirse seguro, de ser respetado y de gozar de un entorno tolerante.

Por esta razón cada año las organizaciones en pro de los derechos de las trabajadoras sexuales se lanzan a la calle, a exigir que se les garanticen los derechos que ellas ya tienen simplemente por haber nacido y ser ciudadanas del mundo.

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