Patricia Azuara
Con frecuencia se replican en redes sociales y grupos de WhatsApp, textos que de golpe te dan nostalgia y erizan la piel, al recordar las maravillas que existen en el Mante, Tamaulipas, la ciudad donde es el azúcar es más dulce que la miel.
Todos los que nacieron o vivieron en esta ciudad al sur de Tamaulipas, saben perfectamente que es nadar en “los tubitos” o soportar el paso del “canal apestoso”. Todos indudablemente conocen lo que es una “despeinada” y actualmente sufren la proliferación de tizne por la ciudad.
Dicen por ahí que cañeros o no, todos sitúan el Ingenio, y que ahí producen el azúcar, que es más dulce que la miel. Y como olvidar las famosísimas “Julias” que hasta hace unos años, era el único medio de transporte público de la ciudad.
La gastronomía mantense es de las más exquisitas del Estado, sus riquísimos tacos de barbacoa, los inigualables tacos rojos, las famosas Migadas de “La Güera”, los bocoles del “San Francisco”, las tortas de pierna de “La Ideal”, las tradicionales carnes asadas y los chicharrones de “Chechereche”, solo por nombrar algunos platillos.
Todos los mantenses se han aventado un clavado en El Nacimiento, en las aguas revueltas de La Difusora, Los Tubitos, La Aguja, El Pisito, Las Playitas del Limón o Río Frío. Y sólo las señoras de El Mante saben lo que es un número “castigado” en la bolita.
Y como recordar es volver vivir, al dar un viaje por el tiempo, solo los mantenses sabrán que “Ruco’s Night” en “Meneo’s”, era para todas las edades. Y que aquellas tardeadas domingueras en la misma discotec eran únicas. Y al salir, los jóvenes se iban de roll a la Placita Aarón, a la vuelta y vuelta, hasta que cayera la noche.
En aquellos tiempos el sueño de toda quinceañera era hacer su fiesta en Las Villas, Casino Chiu’s, Fiesta Bonita, o ya más fresa, en Rancho Viejo. Que la alberca para la clase popular era la Quinta Quico’s y que la clase media alta iba al Campestre y el Country Club.
Y cómo dejar fuera de esta lista a la ” Blondy’s”, que fue la primera discotec de la ciudad, luego se convirtió en tabledance y actualmente es salón de fiestas infantiles.
Algo que distingue a El Mante son esos personajes urbanos, que han saltado a la fama por formar parte de la cultura popular de la ciudad como los payasos por excelencia que eran Jhonny 5 y Nopalín, este último era el que “hace llorar a los niños”.
Todos en Mante saben que los estilistas más chingones son Pilo, Chicho y Tony, quienes además hacen shows travestis y como olvidar a “El Malaco,” el “Loco Saavedra” y “El Changoleón”.
Y aunque la última década, El Mante fue presa de la violencia y el miedo, la gente poco a poco ha recobrado la confianza y en las calles volvió la vida, como antes, como siempre.
4C News, entrevistó a David Jimenez Estrada, el famoso “Changoleón”, el mantense que se hizo famoso por bailar sin parar en las calles del municipio. Lugar donde hay música, se observa a este personaje sacar “los prohibidos” en cualquier ritmo.
Jimenez Estrada, es originario de El Mante, de oficio plomero. Tiene un gemelo que dedico su vida a la docencia. El Changoleón se distingue por su larga cabellera a cana, que “menea” al son que le toquen. Ya se le notan los años, pero “perrea” hasta el suelo, como cuando era más joven.
En charla con este medio de comunicación, recordó que los vecinos, amigos e incluso personas que no conocía, lo invitaban a sus eventos sociales, solo para verlo bailar y que le pusiera ese toque de alegría a los festejos.
“Me veían yo andaba bailando y acomodando mesas, y me empezaron a invitar y yo iba, me ponía guapo, para sacarle brillo a las botas, muchas muchachas quería bailar conmigo, y pues no me iba a negar verdad”.
Casado, padre de tres hijos, su mote surgió por su parecido con el “Changoleón” uno de los personajes más icónicos en la década de los años 2000, por su participación en varias emisiones del programa “Incógnito”, de Facundo.
Sonreír, es su ley de vida, siempre alegre, y de buen humor pese a las adversidades de la vida, “yo siempre he andado en las calles, siempre, en los balnearios, en los bailes”.
Relató que su gusto por el baile nació desde que era niño cuando participó en las rondas escolares, “ahí fue cuando me di cuenta que era lo mío, que yo debía bailar siempre, es como alimento para mi vida, no veo sin bailar”.
A sus 65 años, recorrió diferentes municipios de Tamaulipas e incluso a visitado otras entidades de país, para llevar su son, al muy estilo Changoleón mantense.
“La vida es muy bonita, pero hay que saberla manejar, desde que amanece, que hay que trabajar, yo desde niño he trabajado; era comerciante vendía tacos y donas con mi mamá, así debemos ser, salir adelante siempre con alegría”.