En el corazón de la China rural, especialmente en regiones como la prefectura autónoma de Aba en Sichuan, se vive una transformación que respeta y revitaliza las tradiciones. Aquí, el yak no es solo un animal de carga, sino el símbolo de una cultura que ha perdurado a lo largo de los siglos y que ahora se adapta a nuevas realidades económicas.
Aba es un microcosmos de la diversidad étnica china, donde comunidades tibetanas y qiang han encontrado un equilibrio entre la agricultura, la crianza del yak y el creciente turismo. A lo largo de la última década, la región ha visto un notable crecimiento económico, impulsado por la modernización de prácticas agrícolas y la implementación de iniciativas turísticas que promueven la conservación del paisaje y la cultura local.
La crianza del yak sigue siendo fundamental. Estos animales proporcionan carne, leche y lana, y su uso se extiende incluso a la medicina tradicional. La conexión entre la comunidad y el yak refleja una relación de respeto y dependencia, que se ha mantenido intacta a pesar de los cambios que trae la modernidad.
En pueblos como Banyou, la mezcla de símbolos del Partido Comunista y elementos culturales locales muestra cómo la identidad se reconfigura en el contexto político actual. La transformación de infraestructuras, con la mejora de viviendas y acceso a servicios básicos, ha permitido que las comunidades no solo sobrevivan, sino que prosperen.
Ganaderos como Gela están aprovechando esta dualidad. Su hogar, decorado con lujo y elementos tradicionales, es ahora un atractivo turístico. La diversificación de ingresos mediante el turismo, sumada a la producción láctea y la venta de carne, ha permitido que familias enteras mejoren su calidad de vida.
Esta evolución en la China rural es un testimonio de cómo las comunidades están forjando su propio camino, integrando lo antiguo con lo nuevo, y demostrando que la transformación puede ser una elección deliberada que respete las raíces culturales mientras se abraza el futuro.
