Moscú ha afirmado que las armas proporcionadas a Ucrania, incluidos los misiles de fabricación estadounidense, no pueden ser utilizadas eficazmente sin el apoyo operativo directo de Estados Unidos.
El martes, Ucrania utilizó por primera vez misiles ATACMS proporcionados por Estados Unidos para atacar territorio ruso, según informó Moscú. Este ataque, realizado en el día 1,000 de la guerra, ha sido considerado por Rusia como una escalada significativa en el conflicto. La utilización de estos misiles de largo alcance marca un nuevo capítulo en el enfrentamiento, ya que permite a Ucrania golpear objetivos más distantes dentro de Rusia, aumentando la tensión y la posibilidad de una intensificación de las hostilidades.
Rusia afirmó que sus fuerzas derribaron cinco de los seis misiles lanzados contra una instalación militar en la región de Bryansk, y que los restos de uno de ellos impactaron en la instalación, aunque sin causar víctimas ni daños significativos.
Por su parte, Ucrania indicó que había alcanzado un depósito de armas ruso ubicado a unos 110 kilómetros dentro de territorio ruso, lo que provocó explosiones secundarias. Sin embargo, Ucrania no especificó qué tipo de misiles o armamento utilizó en este ataque.
Un funcionario estadounidense, que habló bajo condición de anonimato, agregó que Rusia pudo interceptar dos de los ocho misiles lanzados por Ucrania y que el objetivo del ataque fue un punto de suministro de municiones.
Esta semana, el presidente Joe Biden autorizó que Ucrania utilice misiles ATACMS estadounidenses de alcance medio para ataques contra objetivos en territorio ruso. Moscú ha interpretado esta decisión como una escalada significativa que convertiría a Estados Unidos en un combatiente directo en la guerra, lo que podría desencadenar represalias por parte de Rusia.
El ataque se llevó a cabo en el marco de la conmemoración de los 1,000 días del conflicto, mientras las tropas ucranianas luchan contra la fatiga en el frente, Kiev enfrenta intensos bombardeos aéreos, y surgen dudas sobre el futuro del apoyo occidental a Ucrania, especialmente con el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca.
El permiso para utilizar los misiles ATACMS otorga a Ucrania una nueva capacidad, con un alcance de hasta 300 kilómetros. Sin embargo, este alcance sigue siendo considerablemente menor al de algunos de los misiles que Moscú ha utilizado para golpear Ucrania, como el misil hipersónico Kinzhal, que tiene un alcance reportado de hasta 2,000 kilómetros.
Los expertos militares han señalado que los misiles ATACMS estadounidenses pueden ser útiles para Ucrania al defender territorios que ha logrado capturar y que podría usar como moneda de cambio en las negociaciones con Rusia. Sin embargo, no se espera que estos misiles cambien de manera decisiva el curso de la guerra, que lleva ya 33 meses.
Moscú ha afirmado que el uso de estos misiles requiere del apoyo operativo directo de Estados Unidos, lo que, según Rusia, convertiría a Washington en un participante directo en el conflicto.
A medida que se aproxima la posible reelección de Donald Trump, los analistas anticipan cambios significativos en la postura de Estados Unidos. Trump ha prometido poner fin a la guerra rápidamente si regresa al poder, aunque no ha especificado cómo planea lograrlo, lo que genera incertidumbre sobre el futuro del apoyo estadounidense a Ucrania.
El presidente Vladimir Putin firmó el martes una nueva doctrina nuclear que parece haber sido concebida como una advertencia a Washington. En ella, Rusia rebaja el umbral para el uso de armas nucleares, incluyendo la posibilidad de recurrir a ellas en respuesta a ataques que amenacen su integridad territorial.
Washington reaccionó señalando que la actualización de la doctrina nuclear rusa no era una sorpresa y calificó las declaraciones de Moscú como “más de la misma retórica irresponsable”.
Mientras tanto, la tragedia humana en Ucrania sigue aumentando: miles de ciudadanos ucranianos han perdido la vida, más de seis millones han huido como refugiados a otros países, y la población del país se ha reducido en una cuarta parte desde que Putin ordenó la invasión a gran escala por tierra, mar y aire, que dio inicio al conflicto más devastador en Europa desde la Segunda Guerra Mundial.
Las pérdidas militares han sido catastróficas, aunque las cifras exactas de bajas siguen siendo uno de los secretos mejor guardados por ambos bandos. Las estimaciones públicas occidentales, basadas en informes de inteligencia, sugieren que cientos de miles de personas han resultado heridas o muertas en cada uno de los bandos.
“En las trincheras heladas de la región de Donetsk y en las estepas ardientes de la región de Jersón, bajo proyectiles, granizo y cañones antiaéreos, luchamos por el derecho a vivir”, escribió el comandante en jefe de Ucrania, Oleksandr Syrskyi, en su cuenta de Telegram.
La tragedia ha tocado profundamente a las familias de todos los rincones de Ucrania, donde los funerales militares se han vuelto una constante tanto en las grandes ciudades como en las aldeas más remotas. La gente está agotada por las noches en vela, escuchando las sirenas antiaéreas y viviendo con la constante angustia de los bombardeos.
En el primer año tras la invasión, las tropas ucranianas lograron importantes victorias, retrocediendo a las fuerzas rusas en las afueras de Kiev y reconquistando franjas de territorio con sorpresivos éxitos militares frente a un enemigo más numeroso y mejor armado.
Sin embargo, desde entonces, el conflicto ha evolucionado hacia una implacable guerra de trincheras, que ha dejado las ciudades del este de Ucrania en ruinas. Las fuerzas rusas siguen ocupando alrededor de una quinta parte de Ucrania, y durante el último año han logrado avanzar de manera lenta pero constante.
El regreso de Donald Trump, quien ha criticado la magnitud de la ayuda estadounidense a Ucrania, pone en duda la unidad del frente occidental contra Putin y abre la posibilidad de conversaciones para poner fin a los combates. Sin embargo, no hay evidencia de que se hayan celebrado negociaciones de este tipo desde los primeros meses de la guerra, lo que sigue dejando la situación estancada en un conflicto de desgaste.