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A sus 76 años y con problemas de riñón, ¡no se raja!

A sus 76 años y con fuertes problemas de riñón, Esther Pérez Laureano no se rinde, es inquieta y siempre busca que más hacer para salir adelante y apoyar a sus hijos. ¿De dónde saca fuerzas?, de la necesidad y el gran amor que siente por los suyos.
Doña Esther es conocida y querida en el Conjunto Habitacional Fovissste en Ciudad Victoria, por la mano que tiene para amasar y darle el punto exacto a los tamales que para las 12 del día, ya están listos a la venta todos los sábados.
Pero también por ser una mujer ejemplo de sus generaciones, que pese a los problemas de salud que enfrenta y todas las complicaciones que ha padecido a lo largo de su vida, no se deja caer, y si eso pasa, se limpia la cara y sigue, hasta que Dios así lo disponga.
Hace algunos años a Doña Esther le detectaron insuficiencia renal, lo que derivó que perdiera uno de sus riñones y el que aún tiene apenas le funciona al 20 por ciento, relató mientras recordaba el momento en que recibió aquella noticia.
“Estoy bien atendida, llevo una dieta y todo eso para estar bien, yo siempre le hecho ganas, no me dejo caer, hasta que Dios diga hasta aquí, pero mientras yo quiero vivir. ¿De dónde me salen las fuerzas?, pues muchas veces, de la necesidad”
“Aparte me gusta trabajar siempre, no me gusta estar sin hacer nada, son muy inquieta, si no hago una cosa, hago otra y de ahí salen la fuerza, de ayudar a mis hijas y tener un dinero extra. Yo he sufrido bastante, pero en esta vida no se vale rendirse”.
Casada desde hace 57 años, tiene seis hijos, 14 nietos y tres bisnietos. Desde joven se vio en la necesidad de emprender para ayudar a su marido a sacar los gastos de la casa y no vérselas “tan apretadas con la comida y las escuelas”.
En aquel entonces comenzó a vender dulces y refrescos, luego con las ganancias surtió otros productos de la canasta básica y así, hizo crecer el negocio, hasta lograr tener una miscelánea bastante surtida.
“Me puse a vender dulces para ayudar a mi esposo porque nada más él trabajaba, también hacia costuras, cocía ajeno, luego deje de cocer ajeno porque me enferme de mi riñón y me dijo el doctor que me hacía daño eso y lo deje y fue cuando empecé con la tienda”.
A la par de la tienda, Doña Esther cocía y hacia composturas de ropa, con eso pudo obtener un poco más de recursos para apoyar a su esposo que trabaja en una oficina y su salario no era suficiente por lo que se le dificultaba cubrir con todos los gastos del hogar.
“Yo emprendí desde abajo, vendiendo dulcitos en mi tienda, empecé con dulces y refrescos, yo les decía a mis hijos, no coman nada de esto porque quiero que se me venda y la ganancia ir invirtiendo en otras cosas, esto fue hace más de 30 años”.
“La tenía bien surtida la tienda y de ahí sacaba para todo lo de mis hijos que estaban estudiando, ellos también trabajaban y también me ayudaban, y así salieron todos adelante y yo le seguí, a pesar de que ellos terminaron y me decían que dejara eso, pero no quería”.
Pero lamentablemente comenzaron los problemas en sus riñones lo que le impidió continuar con todas las tareas labores que se había propuesto, así es que decidió quedarse solamente con la miscelánea, hasta que años más tarde la traspasó.
Y es que afortunadamente logró sacar adelante a sus seis hijos y darles carrera universitaria, por lo que, con menos gastos, le bajo al ritmo de trabajo. Hasta que un día hizo para comer tamales huastecos y causaron sensación en la oficina de su esposo, fue ahí donde comenzó con el negocio que aun continua.
“Antes vendía tamales de hoja de plátano en cantidad, me encargaban mucho porque antes casi nadie hacia aquí, y entonces yo hice un día para la casa y mi esposo llevo a la oficina donde trabajaba, les gusto y me decían que porque no hacia para vender”.
“Y yo dije bueno a lo mejor si estaría bien y empecé a hacer para vender y nombre que bárbaro vendía bastante, me encargaban en navidad para las posadas, mucha gente que me compraba tamales, en ese tiempo yo sola porque mis hijos estaban chiquitos”.
Luego de que una de sus hijas se quedó sin empleo, retomó la venta de tamales en su casa que se ubica sobre la calle 20 de noviembre con Cesar López de Lara en la colonia Fovissste, ahí justo a un lado del Six “Zurita”, donde también pueden preguntar por ella.
“Por mi hija también empecé otra vez, porque se quedó sin trabajo y andaba muy desesperada porque no sabía qué hacer, y le dije vamos a hacer tamales, y me pregunto ¿será que se nos vendan ahorita?, y yo así siempre positiva, claro que se nos van a vender”.
Venden tamales todos los sábados para la hora de la comida y si se requieren pedidos grandes pueden solicitarlos con dos días de anticipación. Ofrece de puerco, pollo y frijoles y a decir de los vecinos, están deliciosos.
“Empezamos desde días antes, el jueves hacemos las compras de todo, el viernes cocemos la carne, la picamos, remojamos el chile, las hojas, y ya dejamos toda la carne lista para guisarla en la mañana”.
“Al siguiente día temprano mi hija va por la masa, ya cuando ella llega a la casa ya guisé la carne de puerco o de pollo y los frijoles, ya tengo todos los guisos y nos ponemos a amasar la masa. Ella lo hacen, pero yo les estoy dando el punto”.
La fuerza y optimismo de Doña Esther es admirable, porque además de sus actividades del hogar y la venta de tamales, todavía acude a la Casa Club del Adulto Mayor a tomar clases de costura y zumba. Un verdadero ejemplo.
“Me gusta vivir, pero vivir alegre bien, a veces me admiro de mí misma porque veo otras personas de menos edad que yo, y que ya no pueden hacer nada, están mal, están sin ganas de vivir, yo he sufrido bastante y aquí seguimos, así debe ser”

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