Todos nosotros
A Juan de Dios y a su familia, con gran respeto y solemnidad. Sin merecerlo, el gremio restaurantero de Tampico pierde a un empresario de familia dedicado a la mejoría e innovación del entorno económico.
A un buen amigo, decente de hábitos, de ideascongruentes, saludable y deportista, Juan es expulsado con injuria de estas tierras por una atrocidad cometida por un desquiciado que no por mucho tiempo recurrió al escondrijo como otros quienes no sabemos si alojamos en nuestras nóminas hasta que se quiebra su fragilidad mental.
A propósito, presento este mensaje de repudio y de protesta, pero con miras a salir adelante:
Esta brutalidad sin razón nos traslada a más allá de la consternación y de la tristeza, a donde anida la desconsolada impotencia. Constato que Juan de Dios era una persona con ambición de crecer dentro del deber ser, sin afectar a nadie.
Proactivo, un as de la relación pública y emprendedor consolidado, pero la razón de estas líneas es particularmente su generación de fuentes de empleo que algunos, inadaptados o con condiciones mentales especiales, quieren ajustar a sus pretensiones en veces no acordes a los rumbos de los proyectos comerciales en crecimiento.
La inversión privada y el concepto de cooperativismo son presentes en esta ciudad desde hace muchos años, la intención de ayuda a la fuerza laboral ha trascendido por generaciones sin embargo dada esta brutalidad me siento como empresario, vulnerado y expuesto.
Como hijo, esposo y padre: temeroso. Y añadiendo que me asumo como un blanco de descrédito por ser imagen pública de un establecimiento tanto repruebo el maltrato al capital humano como tampoco me dispongo a que no se dignifique mi persona, pero eso no significa que no seamos conscientes de ayudar a través de un medio clínico o altruista a quienes carguen condiciones mentales cuando lo soliciten, aún cuando sean un riesgo para la comunidad. Este equilibrio que busca el bien común lo establece el ente de donde brota el empleo: la empresa, misma que es libre de otorgar prestaciones superiores, frecuentemente solicitadas y a criterio nuestro, autorizadas.
La cultura de una organización siempre se origina en valores de sentido humanístico, los trabajadores sostenemos a los negocios que trascienden hasta su final pero que el fin de un líder empresarial llegue de esta manera aclara que el autor de este crimen no es un inconforme ni un desalineado, mucho menos otro más de la mentada generación de cristal que en dado caso tira el trabajo y después calumnia en la cómoda e incluso anónima lejanía virtual en vez de en los juzgados donde se aterrizan las conciliaciones; no, éste es un tipo que no merece el aire que respira de este espacio donde nuestra filosofía empresarial brota del bien y de la ética.
Para él, un agujero de aislamiento o rehabilitación.O traspasando las fronteras mexicanas, de putrefacción.
Que caiga toda la justicia sobre este sujeto y sobre los demás quienes por desequilibrio racional o resentido dolo violenten contra la vida.
Tomemos precauciones, compartamos información entre organizaciones al respecto y tomemos reservas hacia desconocidos que aceptan ser contratados y que por estar pensando sólo en sus necesidades ignoran nuestros esfuerzos intrínsecos que incluyen el sentido formativo de nuestro cuerpo organizacional.
Pero lo más importante es que no soltemos la proactividad, avancemos con la frente en alto pero no dejemos de recordar a un tampiqueño por su bondad, altruismo, amabilidad y alegría porque el vulnerado no fue uno, lo fuimos todos: propietarios, contadores, vendedores, choferes, meseros, baristas, conserjes, mismos quienes sabemos y seguimos en el compromiso de propagar que nada está por encima del respeto y del amor.
Gabriel Hernández Glz.
